La perspectiva social de la medicina tradicional
En los orígenes de la historia, cuando la sabiduría popular fue emergiendo de las tinieblas, la noción de planta activa fue englobando tanto a la que alimentaba, a la que curaba como a la que mataba. Brujos, magos y curanderos poseían a la vez la ciencia de los venenos y de las drogas, por lo que se les atribuía un poder relacionado con los espíritus y con lo sobrenatural.
Sabiduria ancestral |
Pero, ¿cómo han revelado estas plantas sus secretos? Por supuesto, al cabo de un largo proceso de tanteo, en el transcurso del cual el hombre inmerso en la naturaleza y en íntimo contacto con ella, mantuvo una lucha incesante para sobrevivir; de allí la necesidad de adquirir conocimientos, de distinguir lo útil de lo pernicioso, de identificar lo que nutre, lo que cura y lo que mata.
Hay toda clase de razones para pensar que las plantas medicinales y las sustancias biológicamente activas que de ellas se extraen van a ganar en importancia año tras año. A este respecto, un factor de gran alcance será el enfoque multidisciplinario en el estudio científico de las plantas medicinales.
En América, la medicina reconocida oficialmente para atender las distintas enfermedades del pueblo es la alopática, que reduce al enfermo como si se tratara de una máquina descompuesta que será restaurada. Utiliza para esto un despliegue impresionante de tecnología producida en los países capitalistas avanzados y, por otra parte, se basa en el consumo inmoderado o descontrolado de fármacos. La mayoría de estos fármacos fueron investigados y elaborados para atender las patologías de los países desarrollados de acuerdo a las necesidades propias de aquellos países. Las corporaciones multinacionales que los producen, invaden los países que dependen de una economía de mercado circunscripta al capitalismo internacional, en virtud de que en dichos países existen pocas estrategias de control.
Alopatia vs Herbolaria |
Esta medicina alopática institucionalizada y reconocida como la legítima para ejercerse, conlleva a la exclusión de las otras medicinas o prácticas alternativas de tratamiento de la salud; constituyen as formas como las dos terceras partes de la población atiende sus padecimientos.
Dentro de estas otras medicinas, se encuentran la homeopatía, la acupuntura, el naturismo, el curanderismo, el chamanismo, el espiritualismo, y en general la medicina indígena tradicional.
Estas prácticas alternativas de la medicina, muchas veces denominadas medicinas paralelas, quedan ignoradas por la ciencia médica oficial y por lo tanto borradas de las preocupaciones de las demás ciencias, incluidas las sociales. No obstante, en el panorama cotidiano, las medicinas marginales, especialmente la medicina indígena tradicional, muchas veces llamada medicina popular, constituyen una realidad a la que se debe conocer, respetar y contribuir a su preservación de una manera positiva y creativa.
Los estudios socioantropológicos sobre el curanderismo, han demostrado cómo estas medicinas marginadas no se desarrollan con base en la experimentación o en la sistematización teórica, porque carecen de la atención y del apoyo presupuestario de los organismos responsables de la salud pública o de la investigación científica.
Al ser relegadas, esto genera, se conviertan en un coto de charlatanes instalados en los intersticios de la medicina tradicional que ha sido abandonada por los científicos que podrían sistematizar sus prácticas, sus recursos.
La interacción del hombre con su variada naturaleza generó una gran cantidad de conocimientos científicos y empíricos sobre el correcto aprovechamiento de los recursos que nos ofrecen las plantas. Es por esta razón que la medicina tradicional encuentra en América Latina un lugar preponderante, pues la cosmovisión indígena valoriza las formas naturales de entender y curar las enfermedades en contraposición de lo que predica la medicina clásica.
El remarcar tales ventajas no significa idealizar la medicina tradicional, y proponer su exclusividad en la sociedad en una actitud análoga a la autoritaria y excluyente de la medicina oficial alopática, solo que al revés. Lo que deseo resaltar son tres situaciones: la pluralidad de modelos terapéuticos como diversidad de culturas, clases y grupos existen; la complementarización de una u otra manera entre las mismas sobre todo cuando todos nuestros países transcurren dentro de una crisis de la que no escapa la medicina alopática; y la tercera situación: el papel cambiante en cuanto al status de cada una de estas medicinas. Efectivamente, algunas de estas medicinas paralelas como la medicina tradicional, pudieron haber sido en una época pasada o en sus regiones originales, medicinas oficiales como el curanderismo en Brasil y Paraguay, el chamanismo en Perú, la herbolaria en México o la acupuntura en China.
Igualmente ninguna de las manifestaciones de estas medicinas marginadas permanece idéntica a sí mismas y aislada. Por el contrario, existen puntos de contacto y relación, aún con la medicina oficial, aunque de manera informal y nunca reconocida públicamente por esta última.
La medicina tradicional, al igual que el resto de las medicinas marginales, puede definirse como el conjunto de sistemas y prácticas terapéuticas o sub-culturas médicas alternativas, estigmatizadas y en ocasiones perseguidas, que nacen, se disuelven, resurgen e interactúan entre ellas continuamente; propias de grupos sociales que se encuentran fuera o en la base del sistema social dominante.
Los éxitos obtenidos por la fitoquímica ejercen un papel decisivo en la generalización del empleo de medicamentos a base de plantas medicinales en la medicina moderna.
El conocimiento empírico sobre las prácticas tradicionales de curación se ha visto limitado porque la mayor parte ha sido transmitida en forma oral, no existe una metodología consistente ni el recurso humano y financiero disponible, por lo que es difícil plasmar este conocimiento en documentos confiables y accesibles a la población.
Para la equiparación y uso oficial de los medicamentos fitoterápicos es necesario recabar el conocimiento y prácticas populares en forma precisa a través de una metodología que haga posible la recuperación de las prácticas de curación y los recursos terapéuticos empleados, que permitan su validación científica e integración a los sistemas oficiales de salud.
En el trabajo de la salud comunitaria es importante la identificación y el conocimiento de la medicina tradicional y del resto de las medicinas marginales, para identificar las prácticas populares en el seno de una determinada comunidad a fin de no chocar con los valores que la sustentan y, sobre todo, para recuperar ese saber ancestral del cual se ha dicho que se encuentra en extinción.
Los objetivos que todo trabajador de la salud comunitaria debe tener presente en el momento mismo del desarrollo de sus actividades, con respecto a la medicina tradicional y el resto de medicinas marginadas, son:
Respetarlas como expresión de cultura popular, que rompen el modelo unidimensional y estandarizante de la cultura oficial, que intenta reducir y modelar la vida cotidiana mediante respuestas únicas que benefician al sistema dominante y no al individuo.
Recuperar ésas prácticas para utilizar y mostrar la riqueza y variedad de respuestas y recursos ocultos, clandestinos y desaprovechados entre la población.
Sistematizar, conceptualizar y confrontar teóricamente esas prácticas para su discusión, divulgación, aprovechamiento colectivo, enseñanza y enriquecimiento final. Es decir, estimular el conocimiento crítico y la utilización de la gran variedad de alternativas existentes a la salud, al servicio de la propia comunidad que, al revalorizar su cultura, adquiere mayor seguridad para defender la totalidad de sus intereses.
Las plantas como elementos fundamentales de la cultura de los pueblos, se transforman por acción del hombre en protagonistas de sus actividades vitales, incorporándose no solo en su alimentación, vestido y vivienda sino en las diversas creencias, ritos y ceremonias que lo acercan a una espiritualidad innata y que lo invisten como a un ser que tiende a lo infinito y a lo trascendental.
La medicina americana actual, es una mezcla de la medicina mesoamericana cuyo marco mágico-religioso fue perseguido por los conquistadores españoles, dejando únicamente como útil la terapia basada en la herbolaria; de la medicina negra traída junto con los esclavos africanos y basada fundamentalmente en prácticas mágicas-religiosas -presentes en sus relaciones sociales, con la naturaleza y con lo sobrenatural- transmitidas oralmente, y de la medicina popular española traída a nuestro continente por los soldados conquistadores y por los monjes jesuitas.
La medicina tradicional es fundamentalmente sagrada. La envuelve una mentalidad religiosa, una cosmovisión mítica del universo y su práctica se cristaliza con un ritual armoniosamente mítico.
No sólo se ocupa del cuerpo enfermo, sino va mas allá; viaja hacia un mundo lleno de misticismo. Se posesiona, lo recorre, lo hace suyo y le interesa restablecer el desorden cósmico. Atender la ruptura entre cuerpo y el universo. Sanar al espíritu y al hombre.
La medicina tradicional, sus técnicas, sus acciones y sus conocimientos se explican a través de la mentalidad y la cultura de los grupos sociales que la generan, reproducen y practican, porque es parte de su vida, de su cotidianeidad, finalmente de su tiempo sagrado, histórico y real.
La medicina tradicional se crea y se consume en un espacio y en un tiempo determinado, los que en el ejercicio del ritual curativo adquieren gran importancia, porque el espacio en el acto mágico se transforma en un santuario, creándose un entorno divinizado, y paralelamente deviene en un tiempo histórico-sagrado para curar la enfermedad y combatir el mal.
No obstante, el tronco más fuerte de esas raíces lo constituye la medicina tradicional indígena americana, cuyas características especiales se destacan por ser un conocimiento socializado y compartido por toda la comunidad, aunque complementado por el saber del especialista o curandero o chaman, cuyo papel podía ser representado indistintamente por hombre o mujer.
El núcleo teórico-conceptual de ésta medicina, enfoca el fenómeno de la causalidad en lo que a la enfermedad concierne, es opuesto al racional, para ella lo irracional-emotivo se tiene por fundamental y lo físico-racional por accesorio. No ignoran, ciertamente, la motivación física evidente en ciertos accidentes, pero, aún en esos casos, la explicación etiológica, el conocimiento diagnóstico, la predicción pronóstica y el tratamiento instruido, se encaminan a corregir el factor emotivo considerado como causa eficiente del mal. La modificación del factor aludido basta para restituir la armonía entre el individuo y el mundo, que el accidente o la enfermedad desarreglaron.
Esta medicina peca de unilateralidad al sostener una causalidad única, la emotiva, como origen de la enfermedad; equivalente falta es la cometida por la medicina occidental alopática cuando sostiene como única, la causalidad bioorgánica. El curandero en la actualidad, sin embargo, reúne tanto las funciones de un médico general al prescribir yerbas y animales curativos, como el psicólogo, al estimular la fuerza de la autosugestión y demás energía emocional de los enfermos, sin necesidad de segregarlos de su medio para enclaustrarlos en los hospitales.
Su credibilidad entre la población se basa en su identificación con la misma comunidad donde actúa; es parte de ella. Generalmente la curación no es su modus vivendi, sino una actividad de servicio social, pues él vive de cultivar la tierra, de la fabricación de artesanías o de cualquier otra actividad común en el ámbito sociocultural que habita.
Es preocupante la desaparición de los conocimientos ecológicos tradicionales. La cultura de las comunidades indígenas son factibles de sufrir cambios de modo muy rápido, particularmente cuando las nuevas generaciones aprovechan las oportunidades que no tuvieron sus mayores, tales como acudir a la escuela, aprender el idioma nacional y emigrar a áreas urbanas. Aunque éstos pueden ser pasos importantes hacia el mejoramiento del nivel de vida y la alfabetización en las áreas rurales, frecuentemente también ocasionan la pérdida de las formas tradicionales de relación con el medio ambiente natural, que en sí mismas también tienen muchos otros beneficios igualmente deseables. La situación ideal sería que los niños valoraran tanto lo que aprenden en las escuelas como lo que aprenden en sus casas, y fueran totalmente bilingües e interculturales.
Un modo de alcanzar esta meta es proporcionar oportunidades para que las nuevas generaciones dominen los conocimientos ecológicos de los mayores en sus comunidades, particularmente de los curanderos o médicos tradicionales, y de los especialistas en el uso de las plantas medicinales.
Aun en la actualidad no existe una sistematización sobre el conocimiento de las medicinas marginales que pueda servir para delimitar las fronteras entre ellas; por medicina tradicional se ha entendido una práctica eminentemente arraigada en el contexto indígena y que, en el contexto urbano se mezcla con otras como el espiritualismo trinitario mariano, cuyas curas se realizan en templos donde se ponen en contacto con los espíritus que se atraen con rezos y bálsamos ingeridos donde el vidente o terapeuta sabe establecer una vinculación íntima e intensamente afectiva con el paciente.
Los medios de cura tradicional o ancestral no son pues un saber en extinción, pese a los embates del mercantilismo del remedio. Constituyen un saber secreto compartido en lo más hondo de la esperanza y que fluye vivamente por las ocultas venas que dan sustento y auxilio a las más profundas necesidades de los individuos en su comunidad y en su cultura.
Para conocer la relación entre la flora de un lugar y el hombre, es necesario el contacto directo con los habitantes de la región a través de una comunicación fluida que permita obtener información confiable que será reproducida lo más fielmente posible.
En este tipo de estudio se requiere, por un lado, un conocimiento preciso de las especies vegetales involucradas y, por el otro, un conocimiento ajustado de las pautas culturales donde se enmarcan las modalidades de uso. Estas modalidades nos hablan del estilo cognitivo de quienes utilizan los vegetales en cuestión, lo que implica saber más sobre las estrategias culturales de adaptación.
Son pocas las regiones en el mundo donde la biodiversidad vegetal sea mayor y donde la población indígena tenga conocimientos más amplios acerca de las propiedades medicinales de las plantas que en América del Sur. Descubrir ese potencial, preservar la biodiversidad que lo alberga y respetar a las sociedades que han logrado un profundo conocimiento de las mismas son, sin dudas, las principales metas que habrá que alcanzar en el presente siglo.
El dominio de lo profano en el mundo, ha garantizado triunfos al hombre que le llenan de orgullo.
La ciencia y la técnica se levantan como las más grandes conquistas en la historia del devenir de la humanidad.
FUENTE: Boletín Latinoamericano y del Caribe de Plantas Medicinales y Aromáticas Vol.9 (4) 2010 |
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